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Si hablamos de liderazgo emocional en la empresa, no podemos pasar por alto la diferenciación entre los dos tipos básicos de inteligencia emocional existentes y que Howard Gardner distinguió en su teoría de las inteligencias múltiples:
Es importante tener en cuenta esta distinción, ya que, para desarrollar el liderazgo emocional en la empresa, es imprescindible tener en primer lugar un elevado nivel de inteligencia intrapersonal para poder alcanzar la inteligencia interpersonal, que es de la que realmente se nutre todo liderazgo.
Veamos cuatro ejes esenciales sobre los que deben girar las actitudes y las aptitudes de una persona que represente el papel de líder emocional en la empresa.
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La autoconfianza forma parte de la inteligencia emocional intrapersonal, es decir, con uno mismo. Es aquella capacidad que permite a una persona tener confianza en sí misma y en sus acciones, creyendo con firmeza en todo momento que va a tener éxito.
En este sentido, es importante tener cuidado y no confundir autoconfianza con temeridad. La temeridad es una autoconfianza excesiva por la que una persona asume todo tipo de riesgos sin tener un respaldo y, muchas veces, sin motivo. Podemos encontrar un ejemplo en la persona temeraria que salta al vacío confiando en que podrá volar, en contra de una persona con autoconfianza que trabaja duro en la construcción de un ala delta que le permitirá planear.
La autoconfianza implica muchos otros aspectos de la inteligencia intrapersonal: autoconocimiento, autocontrol, autoestima, automotivación… La persona con autoconfianza cuenta con todas estas aptitudes porque las ha desarrollado previamente. Dicho de otra forma: es imposible tener confianza en uno mismo si no te estimas o si no eres capaz de motivarte a ti mismo.
La empatía es aquella capacidad que nos permite saber y sentir lo que otras personas sienten en cada momento. Para una persona que desempeñe el liderazgo emocional en una empresa, es obvio que la empatía le resultará imprescindible.
En el momento en que conocemos las emociones de los demás, podemos aplicar nuestras mismas técnicas de autoestima, autoconfianza y automotivación en ellos.
La influencia social es la capacidad de influir en los demás para que lleven a cabo alguna acción, tomen alguna decisión o cambien alguna actitud. Va de la mano de la empatía en el sentido de que el contagio emocional existe científicamente y podemos conseguir que los demás empaticen con nosotros y sientan emociones de autoconfianza y de automotivación, por ejemplo. Estas emociones les servirán como combustible para llevar a cabo su trabajo con ganas y entusiasmo.
Sin embargo, la influencia social dentro del liderazgo emocional también debe entenderse como una proyección de la experiencia sobre otras personas. Es decir, los líderes emocionales suelen ser personas con gran experiencia en algún campo determinado además del liderazgo. Esa experiencia puede utilizarse también en forma de consejos para que los demás actúen de una forma determinada. Es importante fijarse en que hemos dicho consejo y no orden, ya que el buen líder nunca ordena, sino que influye en los demás sin manipularles.
Por último, el eje superior dentro del liderazgo emocional lo encontramos en la admiración, entendida como la emoción que despierta una persona hacia los demás provocándoles respeto y ganas de ser como ella. En nuestro caso, esa persona es el líder emocional.
Si un líder consigue despertar admiración en los integrantes de su equipo, tendrá consigo una capacidad increíble de influir en ellos y de despertar lo mejor de sí mismos a la hora de alcanzar los objetivos de la empresa. Sin embargo, para despertar admiración en otras personas es imprescindible contar con unos elevados niveles de autoconfianza y de empatía, así como una gran capacidad de influir en los demás, que, recordemos, no es lo mismo que darles órdenes.
De esta forma, podemos entender estos cuatro ejes como un conjunto de engranajes unidos entre sí: para que el sistema de liderazgo emocional funcione, deben girar todos ellos al mismo tiempo.
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